Reseña: No hay historias pequeñas
Esta semana se han cumplido tres años del asesinato de David Beriain. Con motivo de la creación de la Fundación que lleva su nombre se ha presentado este pódcast sobre su vida
👋 Bienvenidos a la tercera entrega de Lo de los pódcast, una newsletter con propósito de publicación quincenal que quiere ser un espacio para la crítica y discusión de pódcast narrativos en español. Hoy volvemos con reseña.
Mientras pensaba qué pódcast recomendaros para esta primera quincena de mayo, se estrenó Los expulsados del paraíso, un pódcast del diario español ABC sobre antiguos miembros de los testigos de Jehová. Tenía muchas ganas de escucharlo desde que
, coordinadora del área de audio del periódico me habló de él, y la verdad es que los tres primeros episodios me han parecido buenísimos. Aún quedan cinco por salir, que se publicarán semanalmente. Así que ya volveremos a hablar de este pódcast dentro de un mes y medio, cuando podamos escuchar y hacer balance de la serie entera.En estas seguía dándole vueltas a qué pódcast recomendar, cuando el viernes 26 el trailer de un documental y el primer episodio de un pódcast me tocaron la venita. Fue en la presentación de los TFG de Periodismo en la Universidad de Navarra, donde estudié la carrera y estoy terminando de hacer el doctorado. Hace cinco años era yo el que estaba ahí. Pero desde entonces ningún TFG me había emocionado tanto. Ese pódcast y ese docu tenían un nombre: Fundación David Beriain.
Para mí David se convirtió en una referencia cuando estaba en primero de carrera. Le conocí en el día del patrón de la facultad. Ese día, David compartía mesa redonda con Jordi Pérez Colomé y Marc Marginedas. Él para mí era un desconocido, pero cuando empezó hablar reconocí en seguida la honestidad de su trabajo. Hablaba con un estilo un poco rudo, seco, pero lleno de franqueza. Y cuando salí de ahí con 18 años recién cumplidos supe que quería ser cómo él.
Luego seguí su trabajo, vi sus documentales, le entrevisté, le escribí y hablé varias veces con él para trabajar juntos, le propuse incluso trabajar gratis para él, porque me daba igual no cobrar por un trabajo en el que creía y él se negó. «Mira, Manu, me encantaría que vinieses aquí, pero ahora mismo no puedo garantizarte que pueda pagarte el sueldo que merece alguien que trabaje en esto durante dos años y no quiero contratarte por menos dinero», me dijo. Toda su forma de trabajar era así.
Cuando entrevistaba, esa persona era para él el centro del universo. No le juzgaba. Quería entenderle, aunque esa persona fuese un sicario que había matado a cientos de personas. Se sentaba en frente, le miraba a los ojos e intentaba dedicarle, al menos, una hora, porque decía que necesitaba ese tiempo para ponerse verdaderamente en los zapatos del otro. Como conté en un post cuando me enteré de que le habían asesinado en Burkina Faso, David era un periodista bueno.
Así que después de la presentación de los TFG le di una oportunidad al pódcast.
Te dejo con la reseña.
Un canto a la vida de David Beriain
Hacer periodismo conversando con la gente: esa era la gran pasión de David. Sabía escuchar, era transparente y así consiguió llegar a lugares donde parecía imposible llegar. Conoció la vida privada de los talibanes en Afganistán, convivió con las FARC en Colombia y se sentó con los narcos de Sinaloa. Su profesión del periodismo ha marcado a toda una generación de periodistas en España. Cualquiera que se haya encontrado con su trabajo lo recuerda. Es difícil olvidar a alguien que tiene pasión por su trabajo y que encima es el tuyo, porque se convierte enseguida en un referente.
Mirar, escuchar, pensar, expresar y pensar en la naturaleza humana. Eso hacía David. Escuchaba mucho. Por eso, los autores de este pódcast —todos alumnos del último año de Periodismo— quisieron que su trabajo siguiera los mismos pasos. «David lo que hacía en sus entrevistas era dejar hablar a la fuente», cuenta Unai Cantero, director, locutor y editor del pódcast. «Él hablaba y hacía preguntas, pero sobre todo dejaba hablar. Y nosotros veíamos que cuando se había hablado de David había fuentes a las que todavía no se les había dado mucha voz, como Chus Díez y Sergio Amadoz, compañeros suyos en la facultad, o sus amigos de Santiago del Estero (Argentina), donde él empezó a trabajar. Queríamos dar voz a esas fuentes a las que todavía no se les había dado suficiente espacio».
Esa búsqueda de voces para hablar de David es el gran logro de este pódcast. Para No hay historias pequeñas, sus autores realizaron 18 entrevistas exclusivas y reutilizaron otras 4 que habían grabado para un documental. Ese trabajo de localización de las fuentes más cercanas a David les ha permitido construir un relato en el que ante todo se descubre una personalidad muy rica, llena de matices. Así, el resultado no es tanto un resumen de sus trabajos —que ya muchos conocemos—, sino cómo era David en las distancias cortas.
Si Ryszard Kapuściński decía que «los cínicos no sirven para este oficio», asomarse a la vida de David enseña que quienes más alto vuelan en el ejercicio del periodismo son aquellos que son muy buenas personas. Si David llegó a donde llegó fue porque sabía escuchar y porque sabía hacer sentir a cada persona con la que estaba hablando que ella era la persona más importante del mundo en ese momento.
Es curioso que su voz, la voz de David, solo se escucha dos veces en toda la serie. Las dos en el último capítulo. Esto me chocó al principio, porque claro, ¿por qué no usar la voz de David para hablar de él? ¿Por qué no escucharle directamente a él? Eso se lo pregunté también a Unai Cantero al terminar de escuchar el pódcast. «Tirar de la voz de David era algo fácil, porque al final es muy sonoro —me dijo—. Hay un montón de extractos suyos en Youtube. Pero me parecía que era un poco caer en el tópico. Por eso decidimos que hubiera solo dos momentos —cuando habla de la fundación de 93 metros, su productora, y la última frase del pódcast— que fueran de David y dejaran su huella».
También me sorprendió que no se hablase en ningún momento de su asesinato. Es verdad que es un hecho reciente. Pero Unai me dijo que la razón era otra: «El mismo día que empezamos a trabajar en el pódcast decidimos que no íbamos a hablar de su muerte. Mucha gente cuando habla de David habla del periodista muerto, y nosotros creíamos que la historia que se tenía que contar era la de David en vida».
Repensándolo después pienso que sí, que este pódcast es un canto a la vida de David Beriain. Lo es en muchos aspectos. Es un canto a las raíces de su pueblo, de las que nunca se desprendió y que conocemos en el primer episodio. Es un canto a sus inquietudes como adolescente y universitario y a sus amigos, con los que caminamos en los dos siguientes episodios, que me parecieron de los más interesantes. Y es un canto a la libertad de David, esa que le llevó a viajar por todo el mundo, que tanto le definía y nos recuerda en cada episodio Mikel Laboa con su Txoria txori: «Si le hubiera cortado las alas // sería mío, y no se habría marchado // Pero así ya no sería pájaro // Y yo amaba al pájaro».
Sí, David era muy libre. Y también lo es la locución de Unai en esta serie. No es habitual encontrarse pódcast tan bien narrados, sin que se note la fijación del lenguaje en el papel. Y menos en un pódcast de periodistas que están empezando a serlo. Por eso es justo destacarlo.
Como dijo Chelo Sánchez, que estaba en el tribunal de esos TFG, este trabajo no es solamente un buen trabajo, sino que es también un trabajo necesario. En un momento de falta de confianza en los medios necesitamos recuperar ese buen hacer periodístico compartiendo buenos ejemplos, regresando a quienes nos han precedido o acompañado y poniendo en valor su trabajo. Necesitamos referentes. Solo así volveremos a recuperar lo que es la esencia del buen periodismo.
⏱️ Escuchar los seis episodios del pódcast (contando con este episodio cero) te llevará un poco más de hora y media.
🧐 Mientras lo escuchaba pensaba en…
David Beriain, premio Luka Brakjnovic (2022, 3 episodios, 72’ en total). Este pódcast, realizado por Sheila Aguerri como homenaje a David, emociona desde el primer minuto: «Yo he tenido mucha suerte en la vida. He tenido unos padres y una familia, y una mujer, que me han querido de la manera más hermosa y más difícil que se quiere querer a alguien: que es libre. Es un acto de generosidad del que yo no sé si sería capaz». A lo largo de tres episodios, este pódcast recorre la vida de David, con un montaje y guion ameno, sencillo, muy apoyado en las voces de su familia y amigos, con un resultado que puede escucharse como una cara B de No hay historias pequeñas.
La última entrevista de Miguel Gil Moreno (2000, 51’). En esta búsqueda de referentes en el periodismo, otro ejemplo es Miguel Gil Moreno. Miguel era abogado, era feliz en su trabajo, y, en agosto de 1993, con 24 años, impactado por las imágenes que había visto de la guerra en Bosnia, se fue de “vacaciones” en moto. Después fue uno de los mejores camarógrafos de conflicto españoles de la historia. Cuando todos se marchaban, él se quedaba. Trabajó en Kosovo, Congo, Liberia, Ruanda, Sudán, Chechenia y Sierra Leona. Pero no se consideraba una persona valiente. Me encanta esta entrevista, la última que dio antes de morir asesinado, por su naturalidad, por cómo sabe que él no es el protagonista, por cómo se separa de la figura del corresponsal de guerra yonki de la adrenalina.
Luca, historia de un corazón (2023, seis episodios, 92’ en total). «Nos han regalado esperanza ha cambio de nada». Esta es la historia de dos padres que esperan, de otros dos padres que dan vida y de un niño que necesita un trasplante corazón. Porque, como decía David, no hay historias pequeñas. La mejor historia puede estar encerrada en la habitación de un hospital.
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Manu