La terapia, de Hechos Reales
#9: El último proyecto de TrueStory, la productora de Álvaro de Cózar, Pilar Sayáns y Eva Lamarca, reúne 10 historias independientes. Aquí una de terrorismo, víctimas y verdugos
👋 Bienvenidos a una entrega más de Lo de los pódcast.
Esta semana han tenido lugar en la Universidad de Navarra las III Jornadas Contar el Terror . Son unos días en los que se habla de terrorismo, de víctimas, victimarios y formatos donde contar sus historias. Y, entre esos formatos, estaba también el audio.
En este contexto, este viernes —ayer, si estás leyendo esta newsletter el día que se envía— tuvo lugar una conversación de Eva Lus (profesora de la Facultad de Comunicación) con Eva Lamarca (directora de contenidos de TrueStory) y Esther González (la protagonista del quinto episodio de Hechos reales). Allí hablaron de ese episodio, que comienza así:
Mi nombre es Esther González y soy psicóloga. Gran parte de mi trabajo consiste en saber escuchar las historias que me cuentan los pacientes, pero a veces me gustaría contarles la mía y decirles quién soy. De todos los pacientes que tengo hay uno al que me gustaría contarle especialmente mi historia, pero sé que, si lo hago, nunca más volvería a mi consulta. Él es policía —ya me ha dicho que no cree en la reinserción de los terroristas— y yo, durante tres años y medio, fui parte de la banda armada GRAPO.
Indagar en un pasado horrendo sin blanquearlo
La historia de Esther es la de cómo una joven de 17 años entra a formar parte de una banda armada. Los GRAPO fueron una banda terrorista, de orientación marxista-leninista, fundada en el norte de España en 1975 y que es considerada el brazo armado del Partido Comunista reconstituido. Esther llegó a ella, según dice en el pódcast, por amor. Unos meses antes de entrar a la universidad se enamoró de un joven okupa en una fiesta, empezaron un romance y, «deslumbrada», se adentró en mundo desconocido.
Ese joven pertenecía a los GRAPO y Esther, enamorada, empezó a formar parte de la banda. Luego, fue adoctrinada. De hecho, Eva Lamarca cuenta que, durante mucha parte del proceso de producción, pensaron en titular este episodio La secta.
Como miembro del grupo terrorista, Esther conoció y veneró a los líderes de la banda. Y uno de ellos, el segundo, abusó sexualmente de ella. Así, Esther se convirtió en vérdugo —formó parte del comando que asesinó a dos personas en Vigo— y, al mismo tiempo, en víctima.
Yo no me moví —cuenta Esther en el pódcast—. Yo no me defendí. Yo no… No sé si quería o no quería. No quería, ¿pero cómo le iba a decir a él que no? No se le puede decir a Dios que no. A nada. Este era otro precio más. Había sacrificado mi familia, había sacrificado mi vida, y, bueno, esto era lo de menos. […] Sentí que no se lo podía contar a nadie. ¿Cómo iba a contar que al que idolatraban había abusado de su autoridad de esa manera?
La productora del episodio, Eva Lamarca contaba que, desde que comenzó Hechos reales, tenía claro que quería contar la situación de las mujeres en los grupos terroristas. Sobre todo en aquellos que hablaban de feminismo y luego la mujer se convertía en «descanso (sexual) del guerrero». Quería comprender qué sucedía ahí dentro. Sin juzgar: «Yo no soy juez de nada —afirma—, porque además ya está juzgado [Esther está condenada a 142 años de prisión]. Solo quiero contar cómo llegó Esther a la prisión. Además, Esther no pone vendas a su historia».
Esther, por su parte, insiste en que contando su historia tampoco buscaba blanquearla: «Sé perfectamente quiénes son las víctimas: las dos personas que asesinamos, el que fue tiroteado y sus familiares. Yo ahora tengo empatía, pero antes no… Creo que la gente necesita saber cómo eso [el terror, el asesinato] es posible. Está claro que esta no es la única forma en la que una persona puede entrar a una banda terrorista, pero sí es una».
✍️ Con el permiso de Eva Lus, publico aquí algunos fragmentos de la conversación que mantuvo con Eva Lamarca (EL) y Esther González (EG) en la Universidad de Navarra este 18 de octubre de 2024 durante las III Jornadas Contar el Terror.
¿Por qué dar voz a victimarios?
EL: Porque queremos aprender. Y, en general, porque no podemos escuchar solamente a gente que piense como nosotros. Si queremos abordar el terrorismo, tenemos que abordar también los lugares desde los que se ejerce. En este sentido, la historia de Esther nos permite entender cómo se llega a una banda terrorista.
Esther, ¿por qué quisiste contar tu historia?
EG: Yo siempre he querido contar mi historia porque pensaba que, si alguien me escuchaba, se podría dar cuenta del riesgo de las decisiones que tomamos por una dependencia emocional.
¿Qué trabajo has hecho para entenderte?
EG: Me fui voluntariamente de los GRAPO. El último día de febrero de 2001, de repente empecé a escuchar mi voz interior: «Vete. Este no es tu lugar. Esto no es lo que tú pensabas». Desde el momento que salí de los GRAPO, sabía que estaba en busca y captura. No podía volver a mi casa y tenía miedo, porque abandonar la organización era una traición. Y, como en cualquier ejército, la traición se pagaba con la muerte. Todavía no sé de dónde saqué las fuerzas para salir de la organización ni cómo entré. Seis años más tarde, cuando ya casi estaba asentada, la Policía me detuvo. Y, en la cárcel, como tenía mucho tiempo, comencé a estudiar Psicología para entenderme.
EL: Creo que una de las cosas más interesantes de esta historia es el proceso que Esther ha hecho de ida y vuelta. De pasar de una alienación en la que no pensaba en las víctimas a ponerles un nombre.
EG: Yo creía que estaba haciendo el bien para una sociedad. He vivido un proceso de darme cuenta de que, en realidad, era todo lo contrario.
Cuando escuchaste tu historia en el pódcast, Esther, ¿qué efecto tuvo en ti?
EG: Lo escuché en el centro penitenciario en cuanto salió. A las 12:00. Me emocionó. Fue como si alguien me estuviera contando mi propia historia. Era recibir información nueva. Eso me pareció fantástico.
¿Por qué contar esta historia en audio?
EL: El camino para que la información se convierta en conocimiento muchas veces pasa por la emoción, que algo nos transforme. Y creo que el audio es capaz de lograr eso. Escuchar a alguien con unos auriculares es muy íntimo. Podemos ver a Esther sin verla. Y cuando se calla, en esos silencios, estamos escuchándola pensar. No hay nada alterado en esos silencios.
Los silencios, además, son espacios necesarios y muy poco ejercidos en el periodismo. No estamos acostumbrados a escuchar. Y este episodio, de fondo, está diciendo eso: necesitamos escuchar.
Cuando escuchas, puedes llegar a sentir empatía por un asesino sin blanquearlo. Esto nos pone en un lugar en el que normalmente no nos ponemos. Los monstruos no son solo monstruos. En la misma persona pueden convivir la monstruosidad y la víctima.
Encarar lo humano
El 15 de diciembre de 1949 se estrenó en París una obra llamada Los justos. Fue escrita por Albert Camus y en ella se cuenta la historia de cómo un grupo de revolucionarios rusos planea un atentado para acabar con la vida del gran duque Sergei Aleksandovich Romanov. Mientras discuten la forma de acabar con él, uno de ellos le manda al encargado de lanzar la bomba que no mire a la cara de su víctima. Le advierte:
Sobre todo no le mires, porque si lo miraras un solo segundo… Un hombre es un hombre. Y quizá el gran duque tenga ojos bondadosos. O lo ves rascarse la oreja, o sonreír alegremente. Quién sabe, tal vez tenga un pequeño tajo hecho con la navaja de afeitar. Y si te mira en ese momento…
Este pasaje de Los justos puede leerse como si sucediera unas horas antes del antentado que cometió Esther cincuenta años después:
No pensaba nada. Ahora sé que fueron dos asesinatos de verdad y un tercer intento de asesinato. No me decía nada, que estaba bien, que es lo que había que hacer, que la causa necesitaba dinero para salir adelante y ya está.
Ni siquiera pensé que eran dos vidas. Ni pensé en las familias de esas personas. Ni pensé en los hijos de esas personas ni pensé en qué edad tendrían. Nada. No pensé en nada. No era matar. No era asesinar. Era ejecutar. Había que hacer una acción y se acabó. No había emoción. Tenía que ser buena militante y eso requería no sentir.
En ambos se repite la misma orden: ejecuta, no mires; haz, no pienses.
De fondo hay una misma idea: el otro no es igual que tú.
Más en lo hondo, una convicción: el mundo debería ser como yo quiero.
O dicho con otras palabras que se manifiestan en un posicionamiento existencial: yo soy el centro del universo.
Este posicionamiento es totalmente contrario al del periodismo que me han enseñado, que se parece más al que defiende Lamarca. A su «necesitamos escuchar». Escuchar —ver, en el caso de la obra de Camus— implica hacer espacio y reconocer la dignidad de quien es distinto a mí.
Ejercer el periodismo es desplegar la propia empatía para comprender y ver con otros ojos, aunque esa empatía asuste. «El oficio periodístico no tiene que ver con ser amigo de una persona, pero sí con tejer una relación», explica Lamarca.
Para realizar este pódcast, Lamarca leyó los diarios de Esther, las actas del jucio, las cartas que le escribió a su madre, su TFG de Psicología, habló con los abogados de sus compañeras en los GRAPO y escuchó sus testimonios en el juicio, pasó varios días con ella… Solo desde ahí podía hacer las preguntas necesarias para comprender: «Una entrevista es como la arquitectura de una intimidad. Necesitas tiempo». Esa intimidad y ese tiempo no están reñidos con la independencia, precisamente porque escuchar sin prejuicios permite adentrarse en los hechos para luego, como hizo Lamarca, chequearlos con distancia.
Encarar lo humano es encontrarse con un misterio en el que conviven el monstruo y la víctima, el don de la libertad y la elección del mal, el amor y la irracionalidad. En este pódcast esa convivencia es evidente y, sin embargo, la propia Esther es contundente consigo misma: «Soy una terrorista. Sí, seré una asesina toda la vida». A pesar de estar en semilibertad, esa conciencia ha llevado a Esther a «no dejar de pedir perdón».
La empatía, por tanto, no elimina el juicio, pero lo hace con distancia y después de escuchar sin prejuicios. De hecho, en muchos casos el periodismo deberá abstraerse de emitir un juicio y limitarse a dar una información verídica para que sea el oyente quien saque sus conclusiones.
La vida tiene una fuerza dramática tan grande que impide al oyente permanecer indiferente.
🤔 ¿Un futuro junto a los terroristas?
El pasado fin de semana leí una entrevista en Nuestro Tiempo de María Jiménez a Manuel Reyes Mate, filósofo experto en memoria, el Holocausto y la educación después de Auschwitz. Preguntado por la posibilidad de la reinserción, Reyes afirmaba:
A los victimarios hay que transmitirles la idea de que no solo queremos castigarles, sino que les esperamos. Es imposible conseguir un nuevo tiempo sin contar con ellos. Para empezar a crear las condiciones que lo posibiliten, tienen que tomar distancia del tiempo antiguo, hacer un trabajo de elaboración y entender que asesinar no es un acto heroico: es un crimen. Cuando el victimario alcanza ese relato, se arrepiente. No sé si el final pasa por el perdón llamado así o segunda oportunidad.
Y después de escuchar el pódcast y llegando al fin del envío, yo me atrevo a preguntarte: ¿debemos contar la historia de un verdugo, su punto de vista, aunque no esté arrepentido?
🧐 Otros episodios interesantes de Hechos reales
La primera temporada de Hechos reales tiene 10 episodios. Estos son algunos de los que más me han gustado ordenados por fecha de publicación:
Medio segundo 🎧 (42 minutos). Hubo dos personas que escucharon antes que nadie que el hombre había llegado a la luna. Eran españolas y trabajaban para la NASA en Fresnedillas de la Oliva (Madrid). Esta es su historia.
La escapada 🎧 (47 minutos). Reconozco que me encanta el ciclismo. Hace unos años leí Pedaleando en la oscuridad, el libro en el que David Millar cuenta cómo y por qué empezó a doparse y este pódcast relata algo parecido: la confesión pública de Jesús Manzano, ciclista español, de que también había hecho trampas. Y me chifló el final del episodio, cuando Carola Solé, periodista de TrueStory, se pone a buscar a Manzano.
Nuestra guerra 🎧 (47 minutos). En otoño de 2023 un anuncio en un periódico ofrece un curso militar de cinco días para preparar a aquellos que se quieran marchar a la guerra de Ucrania. Lamarca decide irse para allá a conocer quiénes son esos voluntarios y qué les mueve.
El topo 🎧 (47 minutos). Este episodio es un ejemplo de cómo construir una historia sin tener la voz del protagonista. Se trata de una historia de espías. Más específicamente, de Roberto Flórez, un agente doble. Pero la historia que subyace a este episodio es que «el servicio secreto a veces debería ser más servicio y menos secreto», porque no podemos contar la historia de España desde el misterio.
Pero, si después de escuchar a Esther González en La terapia, te has quedado con ganas de seguir escuchándole a ella, hace un par de meses le entrevistaron en Onda Cero junto a Eva Lamarca (28 minutos).
Y hasta aquí llega este noveno envío de Lo de los pódcast. Si te ha gustado, me ayudaría un montón que lo compartieses con tus amigos en redes sociales. 😃
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👋 Nos vemos, si todo va bien, en dos semanas.
Manu